La constancia y el futuro

Ciudad de México.- La noche del triunfo de Andrés Manuel López Obrador me encontraba en mi oficina del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Las televisoras daban cuenta de una victoria arrolladora.

La jornada había sido tranquila. Era el momento del INE y de los ciudadanos, no de la justicia electoral. La magnitud del apoyo al abanderado de Morena descartaba impugnaciones de relevancia.

En términos de comunicación, la tarea más importante era la entrega de la constancia de presidente electo, luego de la calificación de la propia elección, que es una de las facultades más importantes del TEPJF.

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Es el momento estelar y todas las áreas tienen que estar alienadas, incluida, por supuesto, la Coordinación General de Comunicación Social, de la que era titular. En esa lógica, pusimos nuestro grano de arena.

La magistrada presidenta Janine Otálora y el magistrado José Luis Vargas, ambos integrantes del comité de comunicación, siempre hicieron hincapié en trabajar para que todo resultara como tenía que ser.

Mauricio Juárez, Arturo González Salas y Daniela García Santoyo, el titular de la Unidad de Comunicación, el director de Información y la directora, respectivamente, me insistieron en establecer los contactos necesarios para lo que nos tocaba hacer a nosotros. Así lo hicimos.

Nos coordinamos con el equipo del presidente López Obrador. César Yáñez, una de las personas más cercanas al político tabasqueño, envió a un grupo para tener claridad sobre la logística y el minuto a minuto.

Entre ellos estaba David León. Me dio gusto porque es ordenado, sabe ponderar entre inconvenientes y quería, lo mismo que todos, que la ceremonia de la entrega de la constancia saliera muy bien. Además, nos habíamos conocido hacía ya tiempo y ello siempre ayuda, sobre todo ante los cambios que ya empezaban a percibirse.

La magistrada Otálora tomó la decisión de solicitar el apoyo del Estado Mayor Presidencial, para colaborar con el área de protección institucional del propio Tribunal, que en ese momento era coordinada por un ex miembro de la Policía Federal, Juan Antonio Villa, un servidor público eficiente y cuidadoso. Fue un acierto y una gran experiencia corroborar la profesionalización de los militares y su cuidado en cada uno de los detalles.

Los elementos al mando del general Jaramillo robustecieron la seguridad dentro y en el perímetro cercano a la Sala Superior se contó, además, con el apoyo de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México.

Más de 400 periodistas se acreditaron para la ceremonia y el canal Judicial prestó su señal de satélite para hacer posible la transmisión. Javier Solórzano y Lupita Juárez, fungieron como conductores del programa.

En las tareas logísticas y sobre todo de acreditación con las especificaciones que requería el Estado Mayor, el trabajo de Daniela García Santoyo resultó decisivo.

Esa mañana de agosto tuvo ese caos ordenado, esa tensión permanente por todo lo que estaba en juego. Pensé que la misión, la tarea, de quienes laborábamos en el área de comunicación, era que el equipo y por supuesto el presidente electo, no tuvieran queja alguna. Así ocurrió.

Salvo un segundo, en que el inicio de la transmisión se fue a negros, todo salió conforme a lo planeado. Ese segundo, es verdad, significó como horas de angustia. La relatividad del tiempo, sin duda.

El presidente López Obrador leyó su discurso, el primero y único frente a una autoridad electoral. Iniciaba, aunque no lo sabíamos, un tiempo complicado.

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