La Élite del Poder

Ciudad de México.- A menos de un mes de las elecciones intermedias recordamos los múltiples desatinos del grupo gobernante desde que llegó a la Presidencia de la República.

Hemos sido testigos de un sinnúmero de arbitrariedades que van desde la destrucción de los bienes públicos hasta la ilegalidad como forma de gobierno, pasando por los crecientes conflictos de interés, el uso discrecional de los recursos públicos y la ausencia de rendición de cuentas.

También forman parte de los desaciertos cotidianos la voluntad de dominación que el Ejecutivo ejerce sobre los otros poderes de la Unión, así como la improvisación, la mentira y la demagogia para desviar la atención de los problemas que interesan a los ciudadanos.

Otras marcas distintivas son el enorme nepotismo que existe a todos los niveles del gobierno, lo que se suma a las candidaturas presentadas por la élite del poder plagadas de impresentables, corruptos y violadores.

Lo mismo se puede decir del gobierno de la Ciudad de México. La manera tan torpe como manejó la más reciente de las tragedias del Sistema de Transporte Colectivo es solo una fotografía a nivel local de la manera como gobierna la 4T.

El terrible saldo de muertos y heridos será un recordatorio permanente de una clase política miope y oportunista que afecta nuestros frágiles avances democráticos.

Por ello se afirma que nuestro país carece de una élite dirigente digna de ese nombre. El concepto de clase política se refiere al conjunto de individuos que desempeñan la función directiva dentro de las estructuras del poder y que tienen como característica común, la autoridad y la influencia de que disponen al interior del gobierno.

La clase política no es una clase social sino más bien una coalición entre clases o fracciones diversas que conforman una élite en el poder. El politólogo Gaetano Mosca demostró que sin importar la sociedad, su grado de desarrollo o el tipo de cultura prevaleciente siempre existe un dualismo entre gobernantes y gobernados, caracterizado por una minoría que monopoliza el poder y las ventajas asociadas al mismo contra una mayoría que es controlada por dicha minoría.

Sostiene que estos pequeños grupos denominados clase política, élite, oligarquía o coalición gobernante se encuentran en el vértice del poder con un monopolio casi exclusivo del poder político.

Su teoría tiene por referencia a las diversas élites que existen en la sociedad y que se caracterizan por sus “capacidades subjetivas” en los diversos campos de la sociedad, sean estos el político, el económico, el cultural o el militar. Estudios posteriores de política comparada han llegado a la conclusión de que la calidad de la clase política es determinante para el tipo de democracia que se establece en una sociedad.

A la luz del inminente proceso electoral es deseable mantener abierta la posibilidad de una rotación democrática entre los diferentes grupos que aspiran a representarnos.

Urge desarrollar una élite del poder que sea responsable ante la ciudadanía y que esté obligada a la rendición de cuentas sobre la forma en que actúa en favor de los ciudadanos.

La nueva clase política debe ser una efectiva proyección representativa de la sociedad civil y para ello, es necesario obligarla a cumplir su función de mandataria de la sociedad, para externar la voluntad general, ponerla en la ley y hacerla valer, y a través de la función de dirección política, cumplir el proyecto constitucional mexicano, actualmente interrumpido, de la democracia como sistema de vida.

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