Ciudad de México.- Con el pasado sismo de magnitud 7.1 la delegación Iztapalapa -una de las más pobladas de la capital- sufrió muchos daños; algunos son reparables, sin embargo varios de ellos no, ya que si bien son consecuencias de los desastres naturales muchos tienen que ver con la incidencia del hombre, menciona Dora Carreón Freyre, Doctora en Ingeniería Geológica y fundadora del Centro de Evaluación de Riesgo Geológico (CERG).
Según datos de la CERG, el sismo dejó grandes huellas en colonias de Iztapalapa y Tláhuac -El Molino, La Planta, Cananea y la Del Mar-; se trata de fracturas en el asfalto de hasta 50 centímetros de ancho y el desplazamiento de la tierra que incluso alcanza 1.90 metros, lo cual ha provocado un terror a que la tierra se siga abriendo o las viviendas resulten aún más dañadas.
Aunque ésta es una situación bastante preocupante, para muchos no es una sorpresa considerando que la CERG había ya advertido esto hace 32 años, cuando en el sismo de 1985 se descubrió un sistema de fracturas en el subsuelo de Iztapalapa que abarca una cuarta parte de la extensión total de la delegación.
A raíz de eso, en 2007 bajo el cargo de Horacio Martínez se dispuso un sistema de monitoreo del fracturamiento del subsuelo de Iztapalapa, mismo que por cuestiones de presupuestos –y política- no ha estado en función los últimos años, dejando aún más vulnerable las calles y viviendas de los iztapalapenses.
Ante esto, Carrerón Freyre sugiere que se comience un proceso de supervisión en la reconstrucción de las viviendas dañadas y en futuras construcciones, ya que hay que recordar que habrá zonas que necesitarán características específicas, ya que debajo de Iztapalapa abundan los materiales blandos restos de la zona lacustre de los cinco exlagos del Valle de México, así como un área dura por los depósitos volcánicos del Cerro de la Estrella, la Sierra de Santa Catarina y el cerro Peñón Viejo.
