Errores y aciertos: La historia tiene mucho que decirnos sobre el INE

Ciudad de México.- La democracia cuesta, requiere de trabajo, paciencia y voluntad de las fuerzas políticas. Hay dos momentos de la historia reciente en que la maquinaria crujió y fuerte: 1994 y 2006. En los dos momentos lo que estaba en juego era la elección presidencial y por ello, el futuro del país.

Vayamos cronológicamente. El 1 de enero, el día de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, un movimiento guerrillero declaró la guerra al estado mexicano. Era el EZLN y que tenía en la región de Las Cañadas, en Chiapas, su centro de actividades.

Dos temas irrumpieron con fuerza en la agenda pública: El de la desigualdad social –en particular el abandono que existía hacia los indígenas– y el de la democracia.

Me detengo en el segundo aspecto. ¿Cómo resolver la legitimidad de la elección presidencial en medio de una revuelta armada y que además sumaba simpatías en el mundo?

La decisión que se tomó fue la de ciudadanizar al IFE. Para ello, el secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, logró que se integraran al consejo perfiles independientes que garantizarían la buena marcha del proceso electoral.

Rindieron protesta, Santiago Creel, Miguel Ángel Granados Chapa, José Francisco Ortiz Pinchetti, Ricardo Pozas Horcasitas, José Woldenberg y Fernando Zertuche.

Si bien el titular de Gobernación presidia las reuniones de Consejo, nunca utilizó el voto calificado e intentó que los acuerdo se tomaran por consenso. 

Inició así, una larga marcha que culminaría con la independencia del IFE en los años siguientes y con la creación del INE posteriormente.

En marzo, sería asesinado el candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio y en septiembre el diputado electo y coordinador de los priistas, José Francisco Ruiz Massieu, quien además era representante de ese partido en el IFE.  

Es evidente que sin el diseño que se instrumentó y la dinámica de acuerdos que caracterizó aquel periodo, las cosas se habrían complicado políticamente hasta grados de incertidumbre muy elevados. La coyuntura y sus desafíos se resolvieron bien.

En 2006 se experimentó la elección más reñida de la historia. Felipe Calderón, el abanderado del PAN, ganó por una diferencia mínima a Andrés Manuel López Obrador.

Las presiones sobre el IFE fueron mayúsculas y el candidato perdedor nunca admitió su derrota. Uno de los pretextos para descalificar los resultados consistió en recordar que los consejeros, designados en 2003 por la Cámara de Diputados, no habían pasado por la lógica del consenso y el PRD había sido excluido.

Es un momento extraño y de jugadas políticas de largo aliento, pero sirve de referencia para constatar la importancia de que los nombramientos abarquen el mayor apoyo posible.

No se trata de perfiles, porque los de los consejeros de esa integración eran muy buenos, sino de evitar las coartadas posteriores, cuando a algún actor político no le gustan los resultados y alega irregularidades sin mostrar pruebas.

La integración de los actuales consejeros es buena e hicieron un gran trabajo en 2018, pero viene la prueba con la designación y llegada de cuatro nuevos integrantes. Ojalá se imponga la cordura y gane la política.

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