En 2012: Peña Nieto y los mixiotes

Ciudad de México.- Enrique Peña Nieto siempre tuvo en la bolsa la candidatura del PRI y en esa lógica, la presidencia de la República.

Como gobernador del Estado de México supo elegir bien sus cartas y las jugó con inteligencia. Respaldó a Humberto Moreira como líder del priismo para que operara la postulación, negociando y acordando dentro del propio partido.

Ahora que Peña Nieto está en sus horas más bajas, parece difícil rememorar los días de la campaña, donde la imagen que se proyectaba era la de una partido capaz de reconducir a México.

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Hay imágenes que se quedan, por lo que implicarán en los siguientes años. Recuerdo una gira a la que asistí en el puerto de Veracruz. Las actividades iniciaron en La Parroquia.

Los priistas jarochos lo saludaban y se tomaban fotografías. Era una especie de cargada permanente ante la posibilidad de retornar a Los Pinos luego de 12 años.

En la playa de Mocambo, en Boca del Río, ya fue el gentío el que se le abalanzó a Peña Nieto. Hacía campaña cercana, matracas y música por todos lados. Quien supervisaba que todo marchara del modo correcto era Luis Videgaray, coordinador de la campaña.

A la comida, asistieron los priistas notables del puerto y el gobernador Javier Duarte. Conversé un momento con el candidato que se encontraba en una especie de mesa de honor. El impacto resultó interesante, porque desde las mesas lo que se veía era una plática cercana, debido a las carcajadas e intercambios de opiniones. Las apariencias engañan, ya que en realidad hablamos de mixiotes y de un par de amigos comunes que en ese momento deberían estar comiendo langosta en Baja California.

Eran los momentos felices del priismo que se volverían catastróficos años después.

Luego de las votaciones, conversé con Manuel Camacho, senador del PRD. Estaba convencido de que la mejor campaña había sido la de López Obrador, ya que se remontó en el tablero y se redujeron negativos. Según Camacho, faltaron semanas para que los números se cerraran.

Auguraba, hay que decirlo, malos resultados de “jóvenes soberbios que no han enfrentado la emergencia de un terremoto y los riesgos de una rebelión”.

En efecto, es un análisis que no se hizo en el entorno del presidente Peña Nieto, o que no les importó pensando que serían imbatibles.

Ahí estaba ya, lo que ocurriría seis años después. No lo quisieron ver, hasta que ya era tarde, cuando la fiesta y el champagne terminaron.

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