En 1994: ¿Y dónde está el IFE (INE)?

Ciudad de México.- La primera vez que acudí al Instituto Nacional Electoral (INE), que entonces se llamaba Instituto Federal Electoral (IFE), me perdí. El trébol en el que se convergen Periférico, Tlalpan y Viaducto, puede ser un infierno.

Era el sábado anterior a la elección de 1994. Las vísperas. El secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, me había encargado redactar el discurso de apertura de los trabajos del Consejo General para el domingo.

El texto no tenía mayor problema, porque era bastante protocolario y se sustentaba en el llamado a la ciudadanía a participar.

Carpizo, como solía hacerlo, definía bien las líneas de lo que quería decir. Solo había una salvedad:

–No tendré tiempo de revisarlo –me dijo el viernes por la tarde.

Los nervios a flor de piel desde ese momento. Insisto, no tenía dificultad alguna y todo se reducía a establecer con cuidado lo definido por el encargado de la política interna del país y presidente del IFE.

Ese día entendí que en la elaboración de los discursos lo importante no es que te los rechacen, lo que sucede con mucha frecuencia, sino que los acepten y confíen en tu juicio, bueno o malo.

Además, como me advirtió Carpizo desde mi primer día de trabajo en la Secretaría de Gobernación, los discursos eran un tema de gobierno, inclusive de Estado, que tenían que ser tratados con el profesionalismo adecuado.

Por eso el sábado en la tarde andaba yo por IFE, con la esperanza de encontrarme con Carpizo, por lo menos para estar seguro de que todo iba del modo correcto con el texto, que, evidentemente, era una de las preocupaciones menores en ese momento.

Fue imposible. El IFE era un hervidero. En uno de los patios se instaló una gran carpa para los medios de comunicación que estaban listos para coronar un trabajo de meses. Las unidades móviles de Televisa y Tv Azteca intimidaban un poco.

Llegó el domingo. El Consejo General a reventar. No era para menos ya que se definía la presidencia de la República entre Ernesto Zedillo (PRI), Diego Fernández de Cevallos (PAN) y Cuauhtémoc Cárdenas (PRD).  

Carpizo, en efecto, leyó el discurso. Todo en orden y ningún reclamo de nadie. Acudí a votar y regresé al IFE, donde el secretario de Gobernación tenía una zona de oficinas a su disposición.

Durante esas horas apenas intercambié algún comentario con Carpizo. Redacté algunas tarjetas sobre denuncias que se podían aclarar con contundencia.

Al cierre de las casillas se organizó un pequeño brindis con consejeros y representantes de partidos. México respiraba después de sucesos tan complejos como un levantamiento armado en Chiapas y el asesinato de un candidato presidencial.

En la noche se anunciaría el triunfo de Ernesto Zedillo, en una jornada sin incidentes mayores pero llena de acechanzas, en aquel año terrible de 1994.

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