El terremoto 1-J

Foto del avatar
Luis Eduardo Velázquez Director del diario y semanario digital Capital CDMX

Ciudad de México.- El primero de julio México vivió un terremoto político y su epicentro fue la Capital CDMX, donde emergió la figura de Andrés Manuel López Obrador, próximo presidente del país (2018-2024).       

No hubo sorpresas sino sorprendidos porque los mexicanos a punta de violencia y desaparecidos van consolidando su democracia, esa que en 2000 se quedó anclada en la representativa hoy se enfila a una participativa.

Falta mucho para ser una democracia moderna y eso no se logrará si López Obrador suelta de la mano a la ciudadanía que lo empoderó para darle el puntillazo al dinosaurio priísta.

Hay mucho que celebrar, pero también es necesario entender que la muerte del PRI y de un gobierno autoritario sólo puede darse al convertir a la ciudadanía en el cuarto poder. Aún hay mucha confusión y la mayoría de los mexicanos no entienden que para que la democracia funcione se requiere de ciudadanos activos, no los pasivos que están en espera del paternalismo que tanto daño le ha hecho a México.

Tras el terremoto de López Obrador es necesario entender que los ciudadanos son los actores del cambio y que si dejan todas las decisiones en manos del poder político no habrá resultados favorables. 

Ahora viene la pregunta obligada ¿Por qué perdió el PRD la Capital CDMX? porque los ciudadanos han entendido que las elecciones no se ganan con despensas ni el dispendio de recursos públicos, sino con ideas y acciones de buen gobierno.

En 18 años, el PRD cometió grandes errores en su gestión de gobierno y se fue desarticulando, por eso en el camino perdió el rumbo y el proyecto.

La campaña de Alejandra Barrales tuvo serias deficiencias como el no tener una imagen definida de candidata y por soltar a los lideres territoriales del perredismo. 

Si algo no le faltó a su campaña fue soberbia y por eso los resultados fueron contundentes y favorecieron al gobierno de Claudia Sheinbaum y generaron el efecto demoledor para el PRD que decidió enfrentar al mounstro que crearon en 2006.

No obstante, en una democracia siempre hay revancha y ahí viene la oportunidad del PRD para reinventarse o desaparecer del espectro político. En sus filas sólo sobrevivieron dos líderes territoriales: Mauricio Toledo en Coyoacán y Julio César Moreno en Venustiano Carranza. Tienen tres años para afianzar su liderazgo o también desaparecer de la escena política.

En el PAN las cosas no son distintas, el liderazgo de Jorge Romero está tocado y en sus filas se vienen réplicas del terremoto para restarle poder.

Los priístas están donde han estado desde 1997 porque han optado por no ser oposición en la Capital CDMX. Los costos los pagarán a futuro.

En la CdMx se avecina un cambio generacional tras la sacudida del terremoto que generó López Obrador, pero la vara es muy alta. No se va a consolidar el cambio si Morena se vuelve el partido de tribus o se mantiene en la lógica vertical sin crear nuevos liderazgos.

También debe deshacerse de la mala costumbre de generar cacicazgos en las 11 alcaldías que va a gobernar. Morena tiene una gran deuda porque de 2015 a 2018 no mostró resultados favorables, sino lo contrario.

Ahora viene la época de Claudia Sheinbaum con la oportunidad de iniciar un gobierno con un marco constitucional, que a decir de Porfirio Muñoz Ledo es el fin de la transición democrática. Esperemos que la primera Jefa de Gobierno esté a la altura de las exigencias y haga realidad la carta de derechos que se plasmó en la carta fundacional de avanzada en México. ¡Viva la democracia!

NOCAUT. López Obrador sepultó al dinosaurio que se despidió democráticamente. Ahora debe prepararse para noquear a la corrupción o pasará a la historia como el peor Presidente de México.

Imprimir artículo Síguenos en Google News

Post más visitados en los últimos 7 días