El osito Bimbo bajo sospecha

Ciudad de México.- Los reflejos prohibicionistas son más poderosos de lo que parece. Lo que ocurre con las drogas es el ejemplo más acabado, pero hay otros.

Hace unas semana el congreso de Oaxaca aprobó una disposición que prohíbe la venta de productos de altos contenidos calóricos a los niños, es decir, la comida llamada chatarra.

Los legisladores piensan que poner trabas a la venta de ciertos productos permitirá una mejor alimentación. Dicen que 28 de cada 100 infantes del estado son gordos, y que ello es inaceptable.

Las buenas intenciones muchas veces provocan más problemas de los que pretende resolver y este es el caso.

Es paradójico que se esté avanzando en la reglamentación de la marihuana y que ahora nos metamos en el pantano de otras prohibiciones, las que inclusive puedan provocar que quienes despachan en las misceláneas estén cometiendo irregularidades cada vez que cometan el sacrilegio de permitir que un pequeño se compre una Coca Cola.

¿Está en posibilidades reales el estado de Oaxaca de proporcionar mejores alimentos? Claro que no. No hay ni dinero. Pero además, en un momento de crisis, se afectará a toda una cadena de negocios y más aún a los más modestos.

La correcta o la mala alimentación responden a pautas culturales, a la costumbre, a las premuras de la vida cotidiana, pero sobre todo al dinero. Comer saludable cuesta caro, porque lo que se requiere es de un balance y no de restricciones absurdas.

Por ejemplo, no está mal que se coman frituras de vez en cuando, sino que esto sea cotidiano, porque no hay de otra.

La información también es importante y por ello se ha ido avanzando en etiquetados más claros y que precisen lo que se está comiendo.

Lo absurdo, sin embargo, es avanzar en una cruzada fundamentalista contra productos que consumen no sólo los niños, sino sus padres.

Por eso preocupa que lo que ocurrió en el congreso oaxaqueño sea replicado en otros estados con la idea de quedar bien, de ser políticamente correctos y de establecer el reino de la salud decretando la expulsión de los gansitos y los chocorroles.

A ello se suman los diagnósticos de la Secretaria de Salud, que atribulen los niveles de mortalidad por el Covid-19 a la gordura de los mexicanos y a sus peores hábitos.

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