El espejo colombiano

Ciudad de México.- Días tristes para Colombia. Por momentos parece que la vaina nunca terminará y que la violencia está arraigada y es poderosa e indeleble como un tatuaje.

En los últimos días al menos 29 personas han muerto, muchas de ellas debido a abusos policiales, desde que el presidente Iván Duque anunció una reforma tributaria, que suspendió a los pocos días, que prendió como chispa en una pradera seca.

Estudiantes, centrales obreras y la ciudadanía convergieron y convergen  en amplias movilizaciones y en paros que están cristalizando en una agenda social diversa, atendible pero al mismo tiempo difícil de cumplir.

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El presidente Iván Duque juega con el tiempo en contra. Le queda un año en el poder y el conflicto social no se solucionará en el corto plazo. Es el mandatario más joven del continente, pero por momentos parece el más viejo y ello puede provenir de que no ha sabido o querido, quitarse de la tutela de Álvaro Uribe.

Hay sectores que consideran que el presidente debe asumir la posición de facilitador de un diálogo que fructifique en acuerdos y en reparación de lo que se rompió en los últimos años.

El problema es que muchos están cansados de una esquema de negociación que no ha funcionado del todo bien. Un ejemplo son los acuerdos de Paz, donde las víctimas no han recibido la justicia y en un contexto donde los desmovilizados de las FARC han sido asesinados o han vuelto a las armas.

Pero por el otro lado, están los que ven en las manifestaciones una suerte de caldo de cultivo para el terrorismo, que espanta a los sectores más adinerados y que encuentra un relato de odio en las redes sociales.

Al inicio de la semana, 23 estaciones de policía (Comandos de Atención Inmediata) fueron atacados en unas sola noche en la capital y en barrio de la Aurora se le prendió fuego al cuartel. El saldo resultó en siete decenas de civiles y 19 uniformados heridos.

La alcaldesa, Claudia López, calificó de dolorosa la noche bogotana y “su brutal escalada violenta”.

¿Quiénes son los atacantes? No se sabe, por el momento y es en explicaciones como esa en la que la polarización se profundiza. Lo cierto es que en el río revuelto muchos juegan a que sea la guerra la normalidad y no su excepción.

Es más, una parte de la división social que ahora se vive, proviene justamente de una apuesta de la derecha radical para generar las condiciones que puedan llevar, inclusive, a un estado de excepción.

Hay generaciones enteras de colombianos que se acostumbraron a que se puede matar y se mata, que las cosas se arreglan así y que al final de la historia nada cambia.

Triste, en efecto, lo que ocurre en Colombia y que no deja de ser un espejo en el que otros países deben mirarse.

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