Ciudad de México.- Independientemente de la decisión que hoy tome el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación respecto a las candidaturas de Félix Salgado Macedonio (Guerrero) y Raúl Morón (Michoacán), el gran perdedor en 2021 será el Instituto Nacional Electoral (INE).
Si el Tribunal les devuelve las candidaturas que el INE les canceló por no reportar los gastos de precampaña, Morena dirá que el árbitro electoral actuó de mala fe e insistirá en destruirlo para crear otro andamiaje que responda a sus intereses.
En caso de que confirme la resolución y niegue las candidaturas a Salgado y a Morón, impulsarán una campaña –como ya existe—para desprestigiar a consejeros y magistrados, acusándolos de pertenecer al PRIAN y de no responder a los “nuevos tiempos democráticos”.
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En Palacio Nacional y en Morena preparan el golpe final a los órganos electorales, sobre todo al INE con quien el presidente –dueño de Morena—trae pleito casado desde 2006.
Los ataques a los órganos electorales obedecen a una estrategia diseñada desde el poder para desconocer los resultados de la elección del 6 de junio si estos no les favorecen.
Existe una fijación de destruir al INE. Salgado Macedonio advirtió que, si no le regresan la candidatura de gobernador de Guerrero, “el INE va a caer”. Para “el toro sin cerca” la institución electoral depende de que él gobierne Guerrero y no del cumplimiento de la ley.
La misma línea trae el dirigente formal de Morena, Mario Delgado, quien apoyó los plantones afuera de las instituciones electorales y lanzó un discurso amenazante a los consejeros electorales: “si no coinciden con nuestro movimiento que se quiten el disfraz de árbitro y compitan contra Morena de frente, en las elecciones”.
Para Delgado, los integrantes del Consejo General del INE deben ser simpatizantes de su partido para que toleren las irregularidades de su partido o de otra forma serán objeto del desprecio del poder.
La resolución del Tribunal Electoral, sin quererlo, afectará al INE que está bajo la artillería de un gobierno y un partido autocráticos, cuyas derrotas del 6 de junio se las cargarán al árbitro electoral.
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