Dilemas de la cuarta transformación: la política interna

Ciudad de México.- La revolución electoral que llevó al poder a Andrés Manuel López Obrador representa un mandato ciudadano que comprende un abanico de temas que se agrupan en uno solo: el rumbo que tomará nuestra democratización.

Desde el diseño de renovadas estrategias para un mundo crecientemente proteccionista hasta el impulso de un desarrollo económico incluyente que permita combatir las desigualdades sociales; o desde la lucha contra los privilegios de las minorías acentuando la responsabilidad de los ricos hasta la definición del conjunto de virtudes éticas socialmente significativas -dentro de las que destaca el combate a la corrupción y el denominado programa de austeridad republicana- serán aspectos relevantes que acompañarán el cambio que se pretende impulsar. Por ello, el éxito de la cuarta transformación de México tiene su centralidad indiscutible en la política interior.

En efecto, el ámbito más importante del actual proceso de cambio se relaciona con la política doméstica que impulsará el nuevo gobierno. Con muchas aristas como el importantísimo tema de la justicia transicional para enfrentar las violaciones a los derechos humanos en periodos de conflicto, la reorganización de la seguridad pública ante el fracaso de las pasadas políticas anticrimen, la revitalización de nuestro anquilosado federalismo con la instauración de una renovada coordinación con los gobiernos locales o la urgente democratización de la familia, es claro que la política interior de AMLO deberá estar representada por una nueva gobernabilidad, derivada de la necesidad de encausar la enorme legitimidad alcanzada en las urnas y que se expresó como una actitud positiva hacia el gobierno considerado colectivamente merecedor de apoyo.

La legitimidad es la aceptación social y política motivada por el acuerdo subjetivo de que las modificaciones propuestas al régimen son las mejores posibles. Es la cualidad de ser investido conforme a un mandato legal que se encuentra en concordancia con determinadas aspiraciones, normas y valores presentes en la sociedad. Por ello, la legitimidad representa un comportamiento de aceptación o acatamiento en razón de los propios intereses de la sociedad. De acuerdo con Max Weber, todo poder tiene la necesidad de justificarse así mismo. Por lo tanto, la legitimidad es el único factor para mantener un determinado orden político toda vez que representa una condición necesaria para su persistencia estable y supervivencia. Si la legitimidad resulta eficaz para mantener un régimen, lo es precisamente porque proviene de un amplio consentimiento organizado.

De este modo, legitimidad, gobernabilidad y consenso deberán ser los tres parámetros de la política interior del ordenamiento democrático. Se trata de construir un nuevo contrato social que permita incrementar el apoyo popular al cambio. La legitimidad es un requisito particular del poder público, el cual solamente es legitimo si la gran mayoría de los ciudadanos le reconoce el derecho a ejercer el monopolio de la coerción para garantizar el orden, defender a la comunidad de potenciales enemigos, y tomar decisiones que involucren a todos quienes viven dentro del territorio sometido a su jurisdicción. Si existe tal reconocimiento espontáneo, entonces las instituciones estatales estarán en armonía con la opinión pública y con la cultura política presente en la sociedad civil que reclama cambios de fondo y con un sentido democrático.

Correo: [email protected]

Twitter: @isidrohcisneros

Imprimir artículo Síguenos en Google News

Post más visitados en los últimos 7 días