Democratizar la política exterior

Ciudad de México.- En un contexto caracterizado por una mundialización salvaje y la desarticulación de los equilibrios políticos internacionales establecidos durante las últimas décadas, el nuevo gobierno ha encargado a Marcelo Ebrard la conducción de la política exterior.  

Un político con experiencia que deberá enfrentar una situación inédita a nivel planetario, impulsando una reestructuración a fondo del servicio exterior mexicano integrado en su mayor parte por personal de carrera con formación y profesionalismo, pero usado además, por los gobiernos priistas y panistas como receptáculo de recomendados, improvisados y políticos en desgracia, como se puede observar marcadamente en la OEA, así como en diferentes agencias de la ONU y en distintas embajadas. 

La diplomacia es insustituible como afirma acertadamente el profesor Jeremy Black en su famosa obra A History of Diplomacy, sobre todo en la actual coyuntura internacional determinada por la llegada a la Casa Blanca de un ultraconservador en la política, un proteccionista en la economía y un racista en términos sociales y culturales. Mientras que en Europa aumenta de forma alarmante el sentimiento anti-inmigrante prácticamente en todos los países, y de manera especial en Italia, Bélgica, Finlandia, Hungría y Chipre dirigidos por partidos de ultraderecha xenófoba, así como en otros quince países europeos que son gobernados por coaliciones políticas donde la derecha tiene un peso significativo.

En América Latina los conservadores también han ganado terreno en los gobiernos de Guatemala, uno de los pocos países que acompañó la polémica decisión de EU de trasladar su embajada a Jerusalén generando nuevos conflictos con los palestinos;

Colombia, cuyo recién electo Presidente plantea revisar los acuerdos de paz que permitieron el desarme de la guerrilla; Argentina donde la fuerza de la Iglesia católica recientemente logró bloquear una iniciativa de ley para despenalizar el aborto fracturando a esa nación; Chile, donde el empresario-presidente marcó el final del ciclo progresista o Brasil, donde un proceso de desafuero conducido por la derecha produjo la caída del gobierno del Partido de los Trabajadores y llevó al ex­presidente Lula da Silva a la cárcel, investigado por corrupción.

Qué decir de las dictaduras que se consolidan descaradamente en Nicaragua, donde la represión no

cesa y las libertades se están cancelando de acuerdo con la Sociedad Interamericana de Prensa; o en Venezuela, gobernada por el tirano Nicolás Maduro que condujo al país a una crisis humanitaria sin precedentes, asesinando y encarcelando opositores, usando la tortura sistemáticamente y generando un exilio de millones de personas. Para agravar la situación, hoy entrará en vigor una conversión monetaria que le quitará cinco ceros a la moneda, traduciéndose en una devaluación de aproximadamente el 90% y una inflación anual de un millón por ciento. De la dictadura cubana ni hablar.

Durante los últimos sexenios México consideró que la mejor política exterior es la que no existe. El resultado fue una disminución significativa de nuestra influencia en los foros mundiales. Ahora el Presidente Electo anuncia que “la mejor política exterior será la política interior”, lo que prende las alarmas por un mayor aislamiento de nuestro país de los esfuerzos por construir un nuevo orden internacional basado en la justicia y la protección de los derechos humanos. No se puede mantener una política aislacionista en medio de una creciente y demandante globalización.

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@isidrohcisneros

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