Cuando Mitterrand escabulló al demonio en Ruanda

Ciudad de México.- El 7 de abril de 1994 el avión en que viajaba el presidente de Ruanda, Juvenal Habyariamana, estalló en el aire. El mandatario murió y lo sucedió una ola de terror, impulsada por la élite hutu, que dejó como saldo incipiente la muerte de 800 mil tutsis, en lo que sin duda es uno de los genocidios más grandes y graves de la historia.

Fueron 100 días de verdaderos espanto, en el que la radio se utilizó para esparcir el mensaje de odio contra los tutsis.

El pretexto o el activador de la violencia provino del aparente atentado contra Habyariamana,  del que culparon al Frente Patriótico Ruandés (FPR), entonces dirigido por Paul Kagame y quien en la actualidad, en esos juegos de la vida y el destino, es el presidente de Ruanda.

Pero “durante años, radicales y dirigentes hutus alimentaron las llamas de las tensiones étnicas existentes de una forma muy conocida en todo el mundo, y que consiste en que un grupo de la sociedad convierte a otro en chivo expiatorio”, escribió Joan Nyanuki, quien se encarga de la dirección de Amnistía Internacional para África y en particular para la región de los Grandes Lagos.

El 26 de marzo, el profesor Vincent Duclert le entregó al presidente de Francia, Emmanuel Macron, un informe de 992 páginas, en el que se describe la participación del gobierno francés en aquellos hechos, de la ceguera que les impidió actuar con presteza y de las heridas que aún se mantienen abiertas entre París y Kigali.

El presidente Macron se comprometió con su colega y amigo, Kagame, a realizar una profunda investigación sobre el papel francés en esa región de África.

Acaso por ello, dos personajes, François Mitterrand y Édouard Balladur, el presidente y su primer ministro,   destacan en la revelación puntual y memoriosa que logró el grupo de historiadores convocado por Duclert  y que resultó posible por el acceso irrestricto a los archivos e informes del gobierno.

En el texto no se culpa al gobierno de Mitterrand, “ya que nada demuestra que Francia haya sido cómplice del genocidio”, pero “cerró los ojos ante la preparación de éste”.

El propósito del Informe sobre el papel de Francia en Ruanda, es reconocer lo ocurrido y advertir sobre los riesgos del racismo y la intolerancia. Es, en el fondo, un alegato histórico, que narra y da elementos de lo que ocurrió, sin prejuicios ideológicos y sin cuartada alguna.

“¿Es Francia cómplice del genocidio tutsi? Si esto significa una voluntad de asociarse a la empresa genocida, no hay nada en los archivos consultados que lo demuestre. Sin embargo, durante mucho tiempo Francia estuvo involucrada con un régimen que fomentaba las masacres racistas”, se precisa en el Informe.

Además, los funcionarios franceses no cumplieron con su responsabilidad ética ante la barbarie que se estuvo preparando y que se desató, como una lengua de fuego, aquel abril de mala memoria.

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