Cárdenas Gracia: cuando el rigor se cansa

Ciudad de México.- La renuncia de Jaime Cárdenas Gracia al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP) pega en el corazón mismo de la 4T y por diversos motivos.

En primer lugar, refleja las dificultades que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador está experimentado para cambiar el modelo que había imperado en la administración pública y que estaba sujeto a diversos tramos de control.

La carta de renuncia es un documento que revela los obstáculos, las corruptelas y los horizontes de desastre en los que puede caer el INDEP, al ser utilizado como una especie de caja chica del gobierno y en particular del gabinete social.

Cárdenas Gracia es un jurista experimentado y, por tanto, ordenado. Una de las cuestiones que hizo corto circuito con el entorno presidencial fue justamente el de insistir en la necesidad de seguir protocolos y reglamentos para cumplir las instrucciones.

Al periodista Ricardo Rocha, el ex titular del INDEP, le señaló que es leal, pero que la lealtad no puede ser ciega.

En efecto, cada día es más evidente que la prisa por cumplir con los deseos del primer mandatario suele traducirse en descuidos administrativos que pueden tener consecuencias en el futuro.

Si bien muchos proyectos pueden tener sentido, se les somete a una especie de bruma por el desprecio que exista hacia los complicados esquemas de ejercicio del gasto. Por eso no es extraño que se prefieran las asignaciones directas a los tortuosos concursos que se desprenden de las licitaciones.

La distorsión que proviene de creer que los recursos le pertenecen al gobierno, va a generar más de un dolor de cabeza y está sometiendo a los servidores a presiones muy por encima de las normales.

Por eso el presidente López Obrador se queja de que se cansan y no están preparados para resistir ni las presiones y mucho menos las urgencias.

Con Cárdenas Gracia es injusto, porque es uno de los contados políticos de alta capacidad que se atrevió a plantearle escenarios no venturosos.

Sin duda prefiere, por ahora, a los que corean las ocurrencias, pero ello irá variando en la medida en que no existan resultados y se vaya agotado el periodo de gobierno.

Quienes han ejercido cargos de elevada responsabilidad, y no hay mayor al de Presidente, saben que lo que más se valora, cuando vienen los balances, es precisamente aquellas voces que supieron distinguirse y que advirtieron de los riesgos potenciales de cada una de las decisiones.

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