¿Qué sigue?

Ciudad de México.- Si liberamos a la captura del Chapo de frivolidad y farándula aparece nítida la pregunta central e inevitable: ¿qué sigue?

Depende del diagnóstico. En palabras del presidente Enrique Peña Nieto la detención fue el “resultado del trabajo conjunto de las corporaciones de inteligencia, seguridad y procuración de justicia del Estado mexicano”. Su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, le dio un giro cortesano a la interpretación y adoptó el tono de cuentacuentos: Y “es así como el presidente Enrique Peña Nieto cumple con hechos su compromiso con las y los mexicanos”. Si este dictamen fuera correcto todos los problemas se resolverán si nuestro mandatario sigue cumpliendo y el gabinete de seguridad trabajando.

Se trata de una versión incompleta de la realidad. El análisis empobrece porque se extralimitaron en el autoelogio e hicieron a un lado factores tan relevantes como los errores cometidos por el Chapo. ¿Cómo se le ocurrió al legendario capo meter en su nido de águila a dos artistas con sus asistentes para lavar imagen y conquistar a la guapa intérprete de La Reina del Sur? La mezcla de soberbia y omnipotencia es ponzoña pura. Acorralado y prófugo Pablo Escobar Gaviria seguía hablándole a su hijo creyendo que sus sistemas de comunicación telefónica eran impenetrables. No lo eran y fue ejecutado en un tejado de Medellín, Colombia.

Es por ello que la detención no hizo mella sobre el escepticismo. Según una encuesta de BGC-Excélsior, 60% de la población sigue estando en desacuerdo “con la manera” como el Presidente maneja el combate al crimen organizado y 61% piensa que el Chapo se volverá a fugar (Excélsior, 11 de enero de 2015).

La reacción de un país al crimen organizado tiene tres etapas que ejemplifico con Estados Unidos: 1) negaron la existencia de la mafia entre 1931 y 1957; 2) reconocieron su peligrosidad cuando en 1957 se hizo pública una cumbre de gángsteres en Apalachin, Nueva York; y, 3) consensaron una política y aprobaron leyes que llevarían, en la década de los años ochenta, a la fragmentación de las “familias”. México negó primero y reconoció después al crimen organizado. Estamos siendo incapaces de transitar al tercer nivel.

La razón principal es que los presidentes mexicanos se han empeñado en monopolizar la interpretación y la política sin escuchar a la sociedad. Doy tres ejemplos. En 1987 Miguel de la Madrid simplemente declaró que el narcotráfico era el principal riesgo para la “seguridad nacional”. Nunca demostró por qué y la advertencia fue ignorada. La indiferencia facilitó el crecimiento de la delincuencia organizada hasta que, en el 2006, Felipe Calderón tuvo el coraje de lanzarse contra ella sin entender su magnitud ni tener la capacidad para controlar a su gabinete y conducir la guerra. Fue un comandante gris que demostró, además, una gran insensibilidad hacia las víctimas.

La detención del Chapo mostró la incapacidad de dar el brinco conceptual y práctico. El presidente y su entorno derrocharon las autoalabanzas a las instituciones. A la sociedad ni la mencionaron. Enrique Peña Nieto comentó de pasada que “cuando los mexicanos trabajamos en unidad” las cosas van bien. Quieren una unidad de aplaudidores y locutores; no buscan interlocutores.

 El resultado es una política incompleta. Un hueco evidente es el papel de los Estados Unidos. Desde Miguel de la Madrid, los presidentes mexicanos han seguido las directrices de Washington sin exigirle que cumpla con su responsabilidad ante un problema compartido. Sintomático de ello es que se discuta la extradición del Chapo sin ligarla, al menos conceptualmente, a demandas concretas.

Es un contexto propicio para pedir el incremento en el número de agentes del Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego y Explosivos o ATF, por sus siglas en inglés. Como a Washington le interesa frenar la llegada de migrantes para 2012 la Border Patrol tenía 18 546 agentes en la frontera; como no les importa el contrabando de armas a México ese año la ATF tenía ¡421 agentes para toda la frontera! Los gobernantes vecinos carecen de vergüenza y los mexicanos de dignidad.

Es urgente la forja de un consenso mínimo entre sociedad y gobierno. Para ello, hace falta un cambio en la actitud y la elaboración de un diagnóstico que conduzca a propuestas de largo, mediano y corto plazo montadas sobre una política integral contra el crimen organizado. La detención del Chapo es importante pero no determinante.

Comentarios: www.sergioaguayo.org

Colaboraron Maura Álvarez Roldán y Rodrigo Peña González

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