La paz es un asunto difícil, porque se tiene que construir. Hace un año, Israel sufrió un ataque terrorista que cruzó todas las líneas.
Mil 200 personas fueron asesinadas y 250 secuestradas, de las que un centenar permanecen retenidas en las guaridas de Hamas en Gaza.
La respuesta militar, desplegada por el Ejército israelí ya cobró la vida de 42 mil palestinos, de acuerdo con estimaciones de las autoridades de salud.
Gaza en una zona devastada y las urgencias de la población civil son cada día más apremiantes, entre ellas las que provienen de enfermedades que no se pueden atender y del hambre.
La guerra se extendió también hacia el sur del Líbano y en contra de dirigentes del grupo terrorista de Hezbolá.
El gobierno de Netanyahu, cobijado por extremistas, no da visos de que terminará con sus ofensivas pronto. No le conviene, porque su sobrevivencia política depende de la guerra.
El tema polariza como pocos y quizá esto sea así porque no se habla con claridad.
Los dos relojes con que se atiende la realidad de Israel y Palestina
Hay que insistir, aunque parezca una meta lejana y en estos momentos improbable, que la solución radicará en la convivencia de dos estados, porque Israel y Palestina están obligados a cohabitar.
Pero para que esto ocurra, lo que hay que aceptar y defender es el derecho de Israel a existir. Parece obvio, pero no lo es si se atiende a las proclamas y a los denuestos que suelen generalizar y no distinguir entre el gobierno israelí y los ciudadanos.
Esto tiene su otra cara de la moneda y es que los palestinos cuentan también con todo el derecho de permanecer en su tierra.
Hay que despojarse de telarañas y ponerles nombre a las cosas. Hamas y Hezbolá son organizaciones dedicadas al terror, en modo alguno pueden ser símbolo de la liberación palestina, ni mucho menos.
Es más, son los propios palestinos quienes han sufrido a los postulados delirantes de esas organizaciones.
Los dirigentes de Hamas sabían de las consecuencias que tendría el atentado y por eso capturaron rehenes, para evitar, en lo posible, los ataques directos en su contra.
Tienen un centenar de escudos humanos y esto hay que recodarlo, además de ser sensibles ante los que no han podido retornar a sus hogares.
David Grossman, en una entrevista con Le Nouvel Obs describió que atiende la realidad con dos relojes. El primero tiene que ver con el día a día y el segundo con lo que están padeciendo los que fueron secuestrados hace un año, dolor que se hace extensivo a sus familias.
“Intento pensar en ellos lo más a menudo posible. Una parte de mí está con ellos todo el tiempo”.
Grossman, por cierto, es un convencido de la convivencia con los palestinos y es muy crítico con el gobierno de Netanyahu.
En el fondo, no hay que elegir entre la barbarie de Hamas y el escalamiento sin control de la violencia desatado por un gobierno que por momentos está fuera de control.
Hay que escuchar de uno y otro lado, asumir que solo el diálogo y la inteligencia van a contrarrestar a los tambores de guerra.
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