La ultraderecha a las puertas de Elíseo

La ultraderecha a las puertas de Elíseo. Uno de los miedos profundos de los políticos de la derecha liberal y de la izquierda socialdemócrata francesa era la posibilidad de la llegada a la presidencia de la República de Marie Le Pen, la dirigente del ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN), pero ahora enfrentan la realidad de algo mucho peor: Eric Zemmour.

El polemista Zemmour no conoce de filtro alguno y ya ha sido condenado por impulsar el odio racial.

Cree que los problemas de su país provienen de la presencia musulmana y llama a restaurar los valores de una nación perdida en el tiempo.

Quiere gobernar Francia, y si las tendencias electorales se mantienen es posible que participe en la segunda vuelta y contra el actual presidente, Emmanuel Macron.

A principios de octubre, una encuesta de Harris arrojó la siguiente estampa: Macron con un 26%, Zemmour un 18 %.

Esta adelante ya de Le Pen y de los partidarios de la derecha que se agrupan en el partido de Nicolás Sarkozy, Los Republicanos.

Zemmour parte de interpretaciones de la historia poco rigurosas pero útiles para su proyecto.

Por ello trabaja y celebra la rehabilitación del mariscal Philippe Pétain, argumentando inclusive que “salvó” judíos franceses durante la ocupación nazi.

Es una mentira y burda, pero que sirve para intentar derribar el muro que ha impedido que la ultraderecha gobierne.

La colaboración del mariscal con Hitler, y el establecimiento del gobierno de Vichy, son las bestias negras de la historia francesa.

Pero su recuerdo permite no olvidar el apoyo decidido que recibieron los nazis y el costo moral que ello aún genera.

Por eso Zemmour se inclina por el revisionismo, por la reivindicación del héroe de la Primera Guerra.

Para subestimar la apuesta demencial en que se sumergió en la Segunda Guerra mundial.

La ultraderecha a las puertas de Elíseo

En efecto, si los crímenes de Pétain se diluyen y se hace énfasis en su calidad de defensor de la Francia, se abriría la posibilidad de un voto común de la derecha y su extremo, por primera vez y con consecuencias impredecibles para Europa.

Macron, por lo visto, tendrá la enorme tarea de detener el avance del extremismo, pero en un panorama complicado y con partidos atomizados, donde la izquierda no es por el momento un referente de triunfo.

Es una triste paradoja, sin duda, que, a la hora de la verdad, el rebase al centro y al conservadurismo no haya sido por Le Pen o por el izquierdista Jean-Luc Melenchon, sino por un frecuentador de tertulias, un animador de la barbarie y del odio.


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