Díaz-Canel y el efecto mojito

Díaz-Canel y el efecto mojito. El viaje de Miguel Díaz-Canel a México pudo estar inscrito en el contexto del encuentro de la CELAC que se realizará el sábado y al que asistirán al menos 16 mandatarios de la región.

Sería una vista más que, aunque polémica, no habrá pasado de algunas críticas y entre ellas las que, con toda razón, se refieren a la represión dictatorial que impera en Cuba.

Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador le decidió dar un trato de honor.

Al grado de que pronunciará un discurso dentro de la agenda de festejos de la Independencia.

Esto es ya un mensaje y en particular para los disidentes dentro de la isla, los que no encontrarán solidaridad alguna del gobierno mexicano, al menos en los próximos años.

La visita de Díaz-Canel ya abrió una agria discusión que permite que los extremos del tablero político nutran la agenda y vuelvan a evocar narrativas de la guerra fría.

López Obrador tenía acorralado al sector más conservador del panismo, luego de la reunión de 15 senadores con el líder de la ultraderecha española, Santiago Abascal.

Pero la visita de Díaz-Canel les dio aire y diluyó el error que cometieron, ya que se esboza un escenario en el que se celebran los extremos, a la derecha y a la izquierda del plano ideológico.

Quizá la respuesta radique en que el presidente de México piensa que en este momento no hay cabida para el centro, que se tiene que elegir entre proyectos y el solo ve dos: el suyo, por supuesto, y el de quienes llama conservadores.

Díaz-Canel y el efecto mojito

Esa simplificación es la que permite que ante Abascal se recurra a Díaz-Canel.

Rubén Cortés lo ha explicado con claridad y conocimiento, al señalar las convergencia de dos personajes alejados de la tolerancia y el dialogo.

Pero la visita podría ser que se trate, de paso, de incomodar al gobierno de Estados Unidos.

Aunque esto es difícil, porque es precisamente en La Casa Blanca donde más requieren que México tenga entendimiento con los cubanos y que sirva de puente cuando venga la crisis definitiva.

La que más allá del momento en que suceda, tendrá carácter de seguridad nacional en Washington, La Habana y la Ciudad de México.

Aunque la explicación del viaje y las atenciones al presidente de Cuba,  pudieran provenir de cierta nostalgia, la del agradecimiento que López Obrador tiene por Fidel Castro, a quien nunca conoció personalmente, pero de quien recibió un apoyo invaluable cuando estaba acorralado por los vídeo escándalos.

Castro deportó a Carlos Ahumada, quien se refugiaba en Cuba, para que fuera entregado a las autoridades del entonces Distrito Federal y pasara un tiempo en la cárcel.

Es como un efecto Mojito, todo mezclado, pero que puede salir muy caro y en la resaca de los festejos patrios.


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