Deporte y pasión: esto es lo que verdaderamente importa en el fútbol

Mi amigo

El futbol forma parte de la memoria afectiva. Aún recuerdo un Estadio Azteca pletórico, en juego de Segunda División entre el Atlante y el Necaxa. Era mayo de 1977.

Mi padre tenía por el equipo que vestía como el Barcelona un cariño importante. Había jugado para ellos brevemente. Guardaba, inclusive, una playera y un programa de un juego perdido en el tiempo con el Guadalajara.

El encuentro con los rayos del Necaxa era importante porque el triunfador se mediría frente al Querétaro para retornar a la liga más importante.

El Atlante goleó por cuatro goles contra cero. Pocas veces he experimentado una felicidad de esas dimensiones y ante un público que abarrotaba las gradas, que seguía a su equipo en las buenas y en las malas. ¡Arriba el Atlante!

Ayudaba, por supuesto, que del otro lado estuvieran los hinchas necaxistas, comprometidos como pocos, ante una escuadra que también les ha significado alegrías, pero de igual manera múltiples agustinas y contratiempos.

Luego del silbatazo final, un señor nos pidió un aventón hasta la estación Taxqueña.

Se había peleado con su compadre porque el plan de ver civilizadamente el partido había reventado por los aires con el segundo gol atlantista y donde el otro par de tantos ya solo confirmaron que la amistad no era posible en ese momento y menos desde las plateas de un estadio que seguramente ha vivido miles de historias como esa.

Mi amigo

Deporte y pasión: esto es lo que verdaderamente importa en el fútbol

Pero si el pundonor del Atlante me atrapó aquella noche en Coapa, todo se clarificó y supe que estaba comprometido con un equipo de futbol cuando vi por primera vez al Pumas de la UNAM.

No tengo claro el rival, poro estoy casi convencido que fue un partido amistoso de carácter internacional.

Lo que sí tengo presente es la magia de ver jugar a Evanivaldo Castro “Cabinho”, Spencer Coello, Juan Jesús Muñante y el entonces muy joven Hugo Sánchez.

Le había pedido a mi padre que me llevara al Estadio México 68 como una agenda impostergable que ahora sé, que en lo que respecta a la pertenencia, resultó definitiva.

La magia de los Pumas me atrapó y, como a tantos otros, ha significado con el paso de los años muy buenos momentos, aunque otros no tanto, como suele ser el futbol.

¿Pero esto importa? Por supuesto, y no solo por las evidencias que provienen del negocio que significa uno de los deportes más vistos en México y en el mundo, sino porque uno aprende cosas de la vida desde las gradas.

Es más, una vida, muchas vidas se pueden narrar bajo esa perspectiva o desde el ángulo de esos domingos en Ciudad Universitaria, o de otros tantos en viendo la televisión cuando cada quince días, cuando toca ser visitante.


Publicado en Forbes México el 3 de septiembre de 2024. 

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